Noticias | 9 jul 2022
Cambio climático
Morir por el cambio climático: la tragedia de los alpinistas italianos y el peligro que anida en los glaciares argentinos
La avalancha del Marmolada, en los Alpes, es una advertencia dramática del impacto del calentamiento global. ¿Podría suceder en nuestro país?
El teléfono tenía buena señal. El sol pegaba fuerte sobre el hielo. Sintió que era un buen momento para sacarse una selfie y fue lo que hizo: se apuntó con el aparato, echó el cuerpo hacia atrás, sacó la lengua y tuiteó la foto. Fue la última imagen con vida de Fillippo Bari, uno de los nueve escaladores muertos por el derrumbe del glaciar Marmolada, en el corazón de los Alpes italianos. La avalancha, que ocurrió minutos después, se llevó a otras 11 personas, que todavía hoy están siendo buscadas.
La tragedia que conmueve a Europa, en una temporada turística de voracidad post pandemia, está enlazada a una tragedia superior. A la pregunta de por qué pasó lo que pasó, los científicos no le dan un metro. Responden con dos palabras: cambio climático.
La búsqueda de cuerpos en el glaciar Marmolada. Foto AFP
En los días previos a la avalancha, se habían mantenido altas temperaturas en casi toda la región. Marcas inusuales para esas cotas de altura. Más de 10 grados centígrados promedio por encima de los 4.000 metros sobre el nivel del mar. Allí donde reposan los glaciares más bellos de Europa, es indispensable que el frío haga su trabajo manteniendo las formas e impidiendo que se filtre agua peligrosamente por sus interiores azulados.
Los expertos señalan que el calor no debe nunca ser celebrado como condición benigna. El calor, cuando se progresa en medio del hielo, en el Everest, en Italia o en la Patagonia, obliga al repliegue.
Por qué se derriten los glaciares
Los glaciares son masas de agua congelada, de hielo colgante, suspendido en la altura. Al margen de los servicios ecológicos que brindan (agua potable, oxígeno, regulación de la temperatura) se constituyen como un polo magnético para los viajeros que practican deportes extremos cada vez con más énfasis. Pero también con menos experiencia, exponiéndose a terrenos que se comportan, ahora mucho más, de modo cambiante.
El Monte Tronador. Sus glaciares retroceden: en el último verano, varios andinistas advirtieron por los nuevos peligros del terreno.
El derrumbe “es consecuencia de las condiciones meteorológicas actuales, es decir, de un episodio de calor anticipado que coincide con el problema del calentamiento global”, explica el profesor Massimo Frezzotti, del departamento de Ciencias de la Universidad Roma Tres.
“El deshielo se ha acelerado en los Alpes. Tuvimos un invierno extremadamente árido, con un déficit de precipitaciones del 40 al 50%. Las condiciones del glaciar actualmente corresponden a las de mediados de agosto, no de principios de julio”, sostiene el especialista.
“El calor es inusual”, dice Walter Milan, portavoz de los rescatistas italianos. “Es un calor extremo para la cima", dijo. “Claramente es algo anormal”.
El riesgo para la Patagonia
El volcán Lanín, de 3700 metros de altura, también tiene glaciares más expuestos al calor.
El director del Instituto de Ciencias Polares del Consejo Nacional de Investigación italiano (CNR), Carlo Barbante, tiene una hipótesis contundente.
"Los glaciares alpinos por debajo de los 3.600 metros de altitud desaparecerán por completo -estima-. El glaciar de la Marmolada se estimaba que tardaría 30 años en desaparecer, pero con la rapidez con la que se está fundiendo se cree que será en mucho menos tiempo. Esto vale para otros sitios del mundo donde se replican estas condiciones de almacenamiento".
Siguiendo esta línea, resulta válido enlazar los hechos de Marmolada con los escenarios que también se vienen dando en los últimos años en la Argentina. De Neuquén para el Sur, la mayoría de los glaciares más populares, más bellos, más visitados y más escalados, se ubican en la misma cota que el glaciar italiano desplomado. Entre los 3 mil y los 4 mil metros de altura.
Allí aparecen, por ejemplo, los glaciares de la cara norte y la cara sur del volcán Lanín (3.776 metros). O los diversos glaciares del monte Tronador, cuya cima de 3.491 metros sobre el nivel del mar resulta ser una de las más codiciadas por los montañistas clásicos y también por los que recién se inician.
El verano pasado ambas montañas sintieron la señal de alerta. Sus guías pidieron encarecidamente a los advenedizos intrépidos que no intentaran acercarse a las cumbres porque el terreno estaba oscilante. Hay nuevos peligros en los mares de grietas que bordean ambas cimas.
Ya en 2021, el doctor en geología e investigador del Conicet, Lucas Ruiz, había revelado que los glaciares del Tronador retrocedieron “alrededor de un 20% en las últimas dos décadas” y explicó que esa reducción está asociada no solo al calentamiento global, sino también el déficit de precipitaciones y los efectos de acumulación de cenizas volcánicas.
Como prueba empírica, el montañista Ramiro Calvo advertía en sus historias de Instagram sobre el modo en que se notaban cambios y nuevas grietas en la zona del "filo de la vieja" y cerca de la llamada "depresión" desde se inicia el ataque a la cumbre.
Pero acaso el dato que más sostiene esta hipótesis es el que reveló finalmente hace un mes la iniciativa ambientalista brasileña MapBiomas, que mapea los cambios en el uso del suelo en Sudamérica a partir del análisis de imágenes de satélite y otras herramientas tecnológicas.
Los glaciares de la cordillera de Los Andes perdieron el 42% de su superficie en los últimos 30 años, al encogerse desde 2.429 kilómetros cuadrados en 1990 hasta 1.409 kilómetros cuadrados en 2020, dice el estudio divulgado por los expertos. Se redujeron a casi a su mitad en tres décadas, tanto en extensión como en volumen, afirman. Definitivamente, los hielos están avisando que algo sucede. En algunos casos, como en la Marmolada, esos gritos resultan extremos.
Fuente: Clarín