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Yaneer Bar-Yam: "Si se hubieran tomado medidas drásticas, se podría haber detenido la pandemia"

Yaneer Bar-Yam, físico del MIT y fundador de EndCovid.org, coordina una red de más de 4000 voluntarios para controlar la pandemia

6 ago 2020

Hace 15 años, el físico Yaneer Bar-Yam estaba analizando un problema de dinámica de patógenos. Trataba de entender la relación entre la irrupción de patógenos en cierta área geográfica y las conexiones humanas de largo alcance. En especial, qué pasa cuando uno agrega más y más vuelos al mundo.

Lo que encontró es que una situación en la que las enfermedades son problemas locales, puede convertirse en otra en la que se da la extinción global. Y la razón no es simplemente que uno se puede mover más rápido de un lugar a otro, sino que cuando están circunscriptas, las patologías más graves no sobreviven, mientras que cuando se agregan conexiones de largo alcance, se termina evolucionando hacia la extinción global.

Y hay una transición muy abrupta: no solo empeora un poquito durante un tiempo, sino que lo hace de repente. Cuando observó eso en sus modelos, decidió dedicarse a advertir acerca de ese riesgo y a trabajar en epidemias.

En enero de 2014, Bar-Yam habló en la sede de la Organización Mundial de la Salud, en Ginebra, y advirtió cómo podían gestarse futuras pandemias, y mostró un video de qué pasaría si el ébola llegara a un aeropuerto y empezara a propagarse por el mundo. "Es una enfermedad muy devastadora, pero hasta ese momento solo tenía brotes de cientos de casos, menos de mil -cuenta, desde su casa en Boston-. Se asombraron, pero dos meses más tarde empezó el brote en Africa occidental. Llegó a los 20.000 casos y 10.000 muertos".

Hoy, este científico, fundador del Instituto de Sistemas Complejos de Nueva Inglaterra (Necsi, según sus siglas en inglés), encabeza EndCoronavirus.org, una red global de más de 4000 voluntarios que proporciona orientación y herramientas para controlar la pandemia. Su filial local está encabezada por Zacarías Bustos.

"¿Por qué se sorprendieron? -prosigue-. Porque en general uno piensa que el futuro será como el pasado, y esto está embebido no solo en la visión que se tiene del mundo, sino también en la matemática que se usa, la estadística: la distribución en el pasado y en el futuro es la misma. Ese es un problema cuando se encuentran dinámicas en las que hay un cambio dramático en el comportamiento del sistema".

-¿Podría el ébola transformarse en una pandemia como la del coronavirus?

-La respuesta es sí, y de hecho yo estaba muy preocupado de que ocurriera en 2014. En ese momento, la gente lo soslayó, porque pensó que la atención de la salud occidental era muy adecuada y nada la iba a perturbar. Por supuesto, ahora aprendimos que no es así. Creo que estuvieron muy equivocados en descartar el problema. Nadie lo tomó en serio. No entendieron que hay una tremenda vulnerabilidad en nuestros sistemas de salud para detener brotes.

-En general, se piensa que ese virus mata tan rápido que no le da tiempo al paciente a transmitirlo. ¿Es cierto?

-No. Esa es la antigua matemática. La oportunidad es detenerlo vigilando los síntomas tempranos. Pero no lo estaban haciendo, y sin eso no se podía detener la propagación. Escapamos del ébola, pero podría haber ocurrido.

-¿Preveía una pandemia como la que estamos viendo hoy?

-Lo escribí en un trabajo hace 15 años. Advertí que había que tener cuidado con el ébola y con los virus tipo SARS.

-¿Podría suceder con otro virus?

-Sí. Estamos en una situación de debilidad. El punto es que la gente, cuando piensa acerca de esto, cree que todo seguirá siendo como lo que ya experimentó. Pero lo que pasará en el futuro estará determinado por la naturaleza de nuestras vulnerabilidades.

-Usted estudió la respuesta de muchos países ante el nuevo coronavirus, ¿cuál cree que fue la mejor?

-La única que tiene sentido y que realmente funciona es hacer todo lo posible tan pronto como sea posible. Y la mejor estrategia. Fue increíble lo que hizo Nueva Zelanda. Ellos se enfocaron en evitar que la gente se enfermara y en asegurarse de que la enfermedad no se propagara, y la eliminaron completamente. Pero hay otro país que estuvo incluso mejor y con menos ventajas: Mongolia. Estaba muy cerca de los primeros brotes y tenían vías de comunicación directas con China, Rusia y algunos de los lugares más complicados del mundo. Son un país muy pobre y con ciudades de muy alta densidad. Y no tuvieron ni un caso de transmisión doméstica.

-¿Cómo lo lograron?

-Tan pronto como escucharon sobre la enfermedad, tomaron acción inmediata para detener el transporte y nunca dejaron que la enfermedad ingresara al país. No hubo ni un viajero que no fuera puesto en cuarentena. Por eso, el consejo que siempre doy es tomar acciones extremas. Lo que debió haber pasado es que los viajes deberían haber sido interrumpidos desde el comienzo. ¿Por qué no se hizo? La razón de que se fallara es porque se pensó en términos de dinero. Si se hubiera comenzado por tomar las medidas más extremas, se hubiera ahorrado mucho. Uno debería estar loco hoy para decir que no hubiera sido mejor gastar unos miles de millones de dólares en ese momento y evitar que el coronavirus escapara de China. Tendríamos unos pocos casos en el mundo, pero sabríamos cómo manejarlos. Pero no lo hicimos. Si se hubieran tomado medidas drásticas, se podría haber detenido la pandemia. Es lo menos costoso. Los lugares que lo hicieron no son los que entendieron la ciencia, sino los que se preocuparon acerca de la gente y quisieron evitar que muchas personas se enfermaran y murieran.

-Hay un número de medidas que se tomaron en todos los países. ¿Cuál diría que es la más efectiva?

-La más importante es la restricción de la movilidad. Y lo vemos porque si hubiéramos tenido restricciones a la movilidad, directamente no se hubiera desatado la pandemia. Una vez que las implementamos, tenemos que combinarlas con la supresión de la enfermedad. Aquí, la pregunta es qué suprime la enfermedad. Y la respuesta es que la siguiente medida más importante es cortar las conexiones entre las personas, el distanciamiento social. Y eso es un conjunto de cosas: incluye no juntarse con otros, pero también usar máscaras, porque cualquier cosa que prevenga la transmisión es parte del distanciamiento. En general, asegurar que toda interacción que uno tenga no transmita el virus. Por ejemplo, ser cuidadoso acerca del proceso de adquirir alimentos también es muy importante.

-Cuando menciona las restricciones a la movilidad, ¿se refiere también a las que se dan dentro del propio país?

-Sí. Cada localidad que restrinja el ingreso de personas también previene el ingreso de la enfermedad. Lo segundo es el distanciamiento. Lo tercero es identificar a los individuos que están enfermos o pueden estarlo, y aislarlos. Si nos separáramos todos, nos libraríamos del virus en dos semanas, porque dejaría de transmitirse. Pero no podemos hacerlo, entonces tenemos que aislar a los individuos que están enfermos de los demás, incluyendo a las personas con las que viven. Pero para hacerlo, tenemos que ver cómo identificar a los que están infectados. Y para eso, tenemos un conjunto de herramientas: una de ellas es el testeo y la otra, el rastreo de contactos.

-En sus charlas menciona la tomografía de pulmón como un medio de detección temprana.

-Lo más importante es no "pasar por alto" a nadie que tenga la enfermedad. Podemos identificarlo con una revisión clínica, por la pérdida del gusto y el olfato, con oximetría (medición del oxígeno en sangre). o con una tomografía de pulmón. No quiere decir que no usemos las otras, pero tenemos que saber que queremos atajar a los enfermos tan pronto como sea posible; eso es super importante para detener los brotes. Todo lo que podamos hacer es fantástico. Pero tenemos que asegurarnos de detener la enfermedad. Si no tenemos muy buenos tests para detectar a los infectados rápido, tendremos que hacerlo simplemente basándonos en los síntomas.

-¿Qué aconsejaría para la Argentina?

-Lo más importante es que todos trabajen juntos y entiendan que cada uno debe hacer su parte. Porque no hay gobierno que pueda actuar sin que las personas acepten que es su responsabilidad hacer lo necesario para interrumpir la circulación del coronavirus. No hay presidente ni militar que logre que la gente haga lo que se necesita a menos que decidan que eso es lo importante. Lo primero es que todos sepamos que esta es una situación increíblemente peligrosa, que puede originar enorme sufrimiento y muerte, y que todos tenemos que trabajar juntos, y no solo escuchar instrucciones, sino también tomar la iniciativa.

-Hay personas que no piensan lo mismo.

-Parte de la dificultad es que al comienzo los brotes tienen números muy pequeños comparados con otras enfermedades, como los ataques cardíacos. Pero crece muy, muy rápido. Unas semanas más tarde, puede multiplicarse por 10, uno tiene tantos casos que todo el mundo está enfermo, muchos morirán, y muchos más estarán gravemente enfermos. No se puede actuar basándose en lo que se ve en un momento, sino en lo que pasará si no se actúa. La Argentina fue más inteligente que muchos otros países. Se dieron cuenta de que tenían que actuar rápido porque vieron lo que otros experimentaban. Pero basta un pequeño aumento semana a semana para que la situación se descontrole. Si se liberan todas las restricciones, es como dejar que algo explote.

-¿Hay que identificar al ciento por ciento de las personas infectadas o basta con un porcentaje menor, como el 80% o el 70%?

-Si uno identifica a alrededor del 85%, se asegura de que los números comenzarán a bajar. Pero hay que hacerlo muy cuidadosamente, porque hay que detectar a la mayoría.

-Si, como es lógico, algunos países hacen lo correcto y otros no, ¿en un mundo tan interconectado será posible terminar con este virus?

-Los países que hacen lo correcto, pueden volver a la normalidad y viajar solo a otros países que también hayan logrado normalizarse. Los que no lo hagan tendrán muchas oportunidades de hacerlo porque les llevará un largo tiempo y estarán viviendo en el infierno con el virus propagándose en la población. Hay algunos que lo están experimentando. Esta es una prueba de la voluntad de vivir. Vida y muerte de individuos y, en algunos sentidos, de sociedades. Porque el bienestar económico y social no será sostenible en el contexto de esta enfermedad.

Por: Nora Bär

Fuente: La Nación