viernes 19 de abril de 2024

Noticias | 25 abr 2021

Médicos en pandemia

Cansancio, temor y apoyo mutuo: cómo es un día en terapia intensiva en plena segunda ola de Covid

Del desgaste por otro año de pandemia al miedo de llegar a tener que elegir entre dos pacientes.


"El año pasado nos enfrentábamos a algo desconocido, pero pudimos llevarlo. Este año, las emociones se nos fueron a las nubes. Es todo más agresivo. Estamos muy cansados, física y psicológicamente. No hay cuerpo que resista". Enrique De Luca es enfermero de terapia intensiva de CEMIC, sede Saavedra, hace ocho años y medio. Actualmente se dedica exclusivamente a pacientes con coronavirus. Su esposa y dos de sus cinco hijos también son enfermeros: todos contrajeron la enfermedad atendiendo.

"Es lo que amamos, no cambiaríamos de profesión", cuenta a un equipo de Clarín, que visitó el reconocido hospital universitario para mostrar cómo se vive desde adentro el incremento de contagios.

La vacunación de la mayor parte del plantel representó un verdadero alivio y una diferencia considerable respecto a la etapa anterior. Pero no evita que la segunda ola desborde. Con más de un año de pandemia a cuestas, se siente el estrés en las personas y en los recursos. En 2020, la sede recibía un promedio de 65 a 70 consultas por día: en lo que va del 2021, estas llegaron a 240. Cotidianamente, se procesan cerca de 300 muestras. Aproximadamente el 25% arrojan un resultado positivo.

La doctora Andrea Perrot --directora médica y guía del recorrido-- explica que, debido a la demanda cada vez mayor, CEMIC debe readecuar y renovar su infraestructura continuamente. Se montaron paredes, oficinas pasaron a ser consultorios, se armaron comedores al aire libre, se construyeron módulos nuevos desde cero y especialidades enteras cambiaron de lugar, para evitar que los casos positivos o sospechosos tengan contacto con otros enfermos. Frente a un pronóstico incierto, se alquiló un container frigorífico para ampliar la morgue (que, por suerte, no fue utilizado).

En la terapia intensiva destinada a Covid, hay 17 internados con cuadros graves. Requieren oxígeno, suero, están sedados. Las paredes transparentes de los cuartos de aislamiento están escritas con marcadores y tienen pegados papeles con los estados clínicos y las necesidades de cada paciente. Esto sirve para reducir la circulación y poder realizar un seguimiento certero: cada minuto, cada detalle importa.

Poco se conoce públicamente sobre el funcionamiento de las unidades de cuidados críticos. Sin embargo, a diferencia del año pasado, ya no se piensan como realidades alejadas o abstractas: con el crecimiento de infectados y cuadros graves entre personas de distintas edades, la posibilidad de conocer a alguien que requiera una plaza en una UTI pisa cada vez más cerca, se torna más concreta.

La soledad de los pacientes, que no pueden ver físicamente a sus seres queridos es algo de lo que se ha hablado y, sin dudas, impacta, debido a los tiempos prolongados de internación. Por eso, la función de los profesionales -sobre todo, de enfermería- sirve como un soporte emocional fundamental durante la estadía.

En la UTI de CEMIC se demuestra que el tiempo transcurrido conllevó aprendizajes de todo tipo. "Valorás cosas que antes no, como un abrazo", afirma un enfermero. Él solía cubrir sábados, domingos y feriados, pero ahora no le resulta extraño estar en el hospital durante la semana.

Los carteles advierten el riesgo epidemiológico de acuerdo a las áreas, recuerdan la obligatoriedad del uso de protección, indican por dónde moverse y cómo. Cada uno ya conoce su rol, sugerido por las diferentes vestimentas: quien no está llenando planillas, está moviendo una camilla, trasladando residuos, preparando el instrumental, adecuando los ventiladores, auxiliando a alguien.

Las modificaciones edilicias y nuevas disposiciones parecen haber sido rápidamente asimiladas. Hace poco más de un año, nadie podría haber imaginado una situación como la actual. Ahora, por momentos, emerge una sensación de armonía, de movimientos aceitados: una calma que no oculta que todos están atareados y listos para la acción.

La aparatología en la terapia --monitores, ventiladores-- es impresionante y su sonido, ineludible. Pero palidece, frente al valor humano de médicos, médicas, enfermeros, enfermeras, camilleros, asistentes, especialistas de distintas áreas, empleados de maestranza, técnicos e ingenieros. Verdaderos gladiadores pertrechados con máscaras, barbijos, guantes, cofias, camisolines y gafas.

Diego Arakaki es uno de los encargados de la Unidad Coronaria. Se desempeña como coordinador de la terapia intensiva para pacientes que presentan patologías no relacionadas con Covid (ocupan cinco camas, en este momento). Se mantiene en constante comunicación con el otro sector de la terapia y es requerido para interconsultas.

La alta ocupación de las camas de terapia intensiva, en particular en el sector privado, fue uno de los temas de esta semana. Arakaki señala que el promedio del CEMIC oscila entre un 80% y un 90%. En las unidades críticas, suele llegar al 90% y, en ocasiones, al 99%. La tasa de mortalidad, en cambio, ronda el 6%. "Aumentó muchísimo el trabajo. Esto no se compara ni con el peor pico del año pasado. Además, parece haber un perfil de pacientes más jóvenes", advierte.  

La cadena de cuidados es larga y sólida. Hernán Montoto se desempeña como kinesiólogo en la terapia intensiva. Su rol resulta fundamental, tanto para el manejo de los respiradores, como para tronar (o dar vuelta) pacientes, una estrategia que tiene como fin mejorar la oxigenación y lograr un mejor aprovechamiento de la mecánica respiratoria.

El esfuerzo físico es proporcional al emocional, y cuesta no pensar en lo que se vive adentro de la terapia, aun en los tiempos libres. "Entramos en un momento de mucho más cansancio y la desconexión se hace difícil. Lo hablamos mucho entre nosotros, eso ayuda, sentís que no estás solo: un día uno está más fuerte, el otro día es tu compañero, tu compañera", reflexiona Montoto.

A todos les duele cuando la gente no toma conciencia de la realidad que se vive en los hospitales. "Es como si construyéramos un castillo de arena y las olas estuvieran llevándose parte del castillo", compara De Luca. Piensa en las largas horas de trabajo dentro de un espacio cerrado, lejos de la familia, con baja remuneración (una de las eternas deudas pendientes en el país, que la pandemia expuso crudamente).

"A veces sentís que lo que hacés es en vano", lamenta. Aunque reafirma nuevamente: "Esto es lo que elegimos". La desesperanza asoma, pero no gana terreno. Las y los esenciales también libran esa batalla día a día.

 

Guardianes del hospital

El doctor Alejandro Seoane es el jefe de Emergencias. La guardia para pacientes con Covid (ya diagnosticados o sospechosos) tiene una circulación independiente. En este momento aloja a diez personas: una tiene asistencia respiratoria mecánica, por un cuadro grave, y el resto está esperando internación en la sala general.

Respecto a los cambios que se viven en esta segunda ola, remarca varios. Primero, que los pacientes con otras patologías ya no tienen tanto miedo o reparo de acercarse al hospital, como ocurría al principio de la cuarentena. Segundo, el aumento de consultas, positividad y necesidad de camas. ¿Cómo lidia con la ansiedad de los pacientes y la tensión de dar la primera respuesta? "Lo primero es la vocación, el estímulo de ponerse todos los días en una situación desafiante. Después, el trabajo en equipo. Cuando uno flaquea, hay otro compañero que lo puede ayudar". Como mosqueteros: todos para uno y uno para todos.

"Casi la mayoría del personal de enfermería y médico se contagió de Covid, pese a que cumplimos con los Equipos de Protección Personal (EPP) y todos los cuidados. Somos el área donde realmente se mueve el virus", relata Elma Centellas, licenciada en Enfermería y supervisora de Emergencias.

Ella misma fue una de las primeras en enfermarse. Ahora ya tiene ambas dosis de la vacuna. Destaca el rol de otra de las patas del plantel médico: el psicológico. Afirma que siempre hay una sonrisa bajo el barbijo. "Los enfermeros somos cuidadores. Eso nos lo enseñan desde la escuela, desde la formación. Nosotros no podemos demostrar la tristeza hacia el paciente".

 

Fuerza interna

¿En algún punto habrá que elegir a qué pacientes se les asigna una cama o un respirador? La pregunta acecha, como una sombra, desde comienzos de la pandemia. Las experiencias de otros países, con sistemas sanitarios saturados, funcionan como una imagen abyecta, que nadie quiere ver convertida en espejo. Con picos recientes cercanos a los 30 mil casos diarios, el miedo se reaviva.

Pero el personal de salud --la columna vertebral de la sociedad en los tiempos que corren-- hace lo imposible para que no se convierta en realidad. La conversación existe. "Tener que elegir entre dos pacientes sería devastador, espero que nunca nos pase", plantea Clara Salgado, médica clínica y jefa de Internación. Por un momento, se le quiebra la voz y asoman unas lágrimas. En seguida, mira a su compañera . "Cuando nos gana la emoción, nos apoyamos en otros, que están empujando con fuerza".

Actualmente, Salgado y su equipo tienen 55 pacientes a cargo. 30 son Covid positivos, con cuadros leves o moderados. No todos evolucionan de la misma forma. Algunos pueden volver a su casa a los cuatro días, otros tienen que esperar varias semanas, hasta ya no requerir asistencia respiratoria, no contagiar, ni presentar fiebre. La ocupación del sector es casi total, porque los ingresos compensan las altas. El deber nunca se detiene.

 

Virólogos en acción

CEMIC posee un laboratorio de Virología, ahora abocado al análisis de Covid. Se trata del primer instituto privado que salió a hacer diagnósticos en el ámbito de la Capital Federal y actualmente cuenta con un equipamiento que le permite procesar entre 900 y 1.000 muestras por día, con la entrega de resultados dentro de las 24 horas. Su jefe es el bioquímico Alfredo Martínez, también a cargo del departamento de análisis clínico. Él es la voz autorizada para referirse a un tema que preocupa mucho: las nuevas cepas.

"Si bien vemos que en pacientes mayores de 70 está bajando la mortalidad --probablemente, como un efecto de la vacunación--, vemos también que la transmisibilidad ha aumentado, por las variantes que están circulando. Estas tienen una mayor contagiosidad. A su vez, esto deviene en más casos y, en consecuencia, en un incremento de la cantidad de cuadros graves. Al haber casos más graves, hay más requerimiento de camas en terapia intensiva", detalla.

Y acota que la transmisibilidad también tiene que ver con otros factores: en particular, el cansancio en torno al aislamiento y los apuros económicos que obligan a la gente a salir a trabajar para sobrevivir, considerando la cantidad de empleo informal que existe en el país. Concluye que los virólogos pueden estudiar las cepas circulantes, pero que también hacen falta una buena comunicación y organización, que acompañen a la ciencia.

Para el personal de salud, la entrega, el compañerismo y la vocación vencen al agotamiento; se sobreponen a los temores y a la constatación (en carne propia) de las cifras alarmantes que indican las estadísticas. La noche del recorrido, el reporte del gobierno marcaría 27.884 nuevos casos y 556 muertes, un nuevo récord. En CEMIC, al igual que en cada hospital, salita y sanatorio del país --ya sin los aplausos de la primera época, pero con desafíos multiplicados--, las y los imprescindibles siguen dando la pelea más importante.

Fuente: Clarín

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